19 ene 2016

Italianas X. La patria en el otro

i. Los pueblos se diferencian, unos de otros, por muchas razones, pero también por su grado de apertura hacia los otros. Hay comunidades con ángulos cercanos a cero y otras, como Napoli, que se acercan al grado de los ciento-ochenta. El napolitano mira fijo a los ojos cuando el otro habla, el napolitano canta, abraza, acaricia, toca, burla, se toma a pecho lo que uno dice, se compromete con uno. En otros lados se podría explicar esto por el propósito del interlocutor de seducirlo a uno, por el resultado de la conveniencia o el cálculo, o por motivo de una consciente solidaridad hacia quien se acerca. Aquí no: aquí se abren al otro sólo porque se lo siente así, porque es así como se vive. 

ii. Uno podría dar cuenta las diferencias entre los distintos pueblos de mil maneras, pero quiero mencionar sólo una, cual es la relación con las reglas. Hay gentes, por caso, que han perdido la batalla contra las reglas, hasta quedar sometidas, rendidas a ellas. Las reglas que podrían servirles para ordenar la vida han tomado vida propia, y ahora los dominan a ellos. En pocas palabras, se han alienado. Cuando la vida es así, claro, cualquier persona que irrumpe en la escena se constituye en una amenaza, plantea un riesgo: el riesgo de llegar tarde, el riesgo de no cumplir el horario, el riesgo de perder tiempo, el riesgo de violar la fecha de entrega, el riesgo de que el evento tome más de lo previsto, el riesgo de que los otros lo miren a uno con sospecha, el riesgo de que le marquen la falta, el riesgo de no alcanzar el plazo firmado, el riesgo de no terminar con el compromiso asumido en su momento. En cambio, cuando las reglas son demasiado flexibles, o cuando no hay reglas en absoluto ni hay atrasos impermisibles, la llegada del otro se parece más a una fiesta. El otro es una ocasión, una oportunidad posible, una esperanza, el otro forma una parte imprescindible, deseada, de la aventura en que consiste el día. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y si Roberto, por eso acá que te vuelva la luz es una fiesta, el otro es una ocasión que te insulta en el tránsito, una oportunidad posible que te cancelen un encuentro con 10' de anticipacion, llegar a destino en una ruta es una esperanza, el otro, a veces es el plomero, forma una parte imprescindible (porque se te inunda el baño), deseada, de la aventura en que consiste el día :)
Jorge

Anónimo dijo...

Argentina, un país donde las reglas (o las leyes, no se si es lo mismo pero es parecido) son flexibles: el narco, el barra, el proxeneta,etc. etc. le tira unos mangos al policia, el policia o el empresario al político, el político a otro político o al periodista o al juez, el juez tal vez al político y así la regla o la ley nunca se cumple o se cumple a medias. en definitiva la única regla es el dinero, como decía marx en otro contexto. en fin, la vida es una fiesta. viva el otro.
Perdon Roberto por parodiar malamente tu hermosa nota napolitana, la calor y la argentina no se llevan bien con el optimismo.
saludos, luis